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Performance, la estética del encuentro
Introducción
(Cuando la periferia es
el centro)

Juan Montelpare

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Cuando intentamos hablar de arte nos vemos insertos en diferentes maneras de entenderlo, ya que, al ser -el arte- un medio dinámico de pensamiento, que a través de la historia se ha ido significando, y re-significando; se convierte en un universo extremadamente amplio. Desde aquí intentaremos entenderlo, recrearlo, proponerlo desde nuestras propias necesidades, que respondan a oxigenar y dar vida a un arte abordándolo como medio de pensamiento sensible, a través del cual podemos relacionarnos aquí y ahora, de forma holística con nosotros, como parte y esencia del todo.
En palabras de Rodolfo Kusch, desde Latinoamérica, “el arte es la negación absoluta del hecho cultural del cual se nutre”, siendo este una construcción occidental, devenido en la conquista, mudando de la imposición a la asimilación funcional, a la aprehensión y re significación. Llegando a ser hoy netamente nuestro, con nuestras particularidades que fueron connotando y creando, políticamente, bellamente, un arte desde el sur del mundo, con dejos de occidental y pachamama en una mixtura como nosotros, diversos pero iguales. Encontrando en esta paradoja de Kusch una construcción poética, viva, dinámica, de nuestra existencia.

Cuando afrontamos el arte, su historia e influencias, para pensarnos hoy, nos remitimos a diferentes referentes, rupturas, sucesos, procesos. Uno de los más influyentes son las vanguardias artísticas de comienzos del siglo XX; las cuales nos dan dos elementos fundamentales que marcan una senda que nos lleva hasta nuestros días:

1-La creación de colectivos de arte que se conforman con el fin de sostener una “mirada” del mundo.
2- La teorización del arte por parte de sus propios protagonistas.

Este último punto de vital importancia en nuestros días, nos acerca a la construcción del arte, bifurcando los caminos entre arte contemporáneo y tradicional. Evidenciando una diferencia sustancial entre ambos. La cual, a mi entender parte de la reflexión del medio, punto de partida desde donde comenzar a pensarnos para conflictuar nuestra relación y objetivos que desde el devenir artístico vamos construyendo creativa y arriesgadamente, donde abordamos conscientemente al arte, para pensarlo, conflictuarlo, sentirlo y recrearlo.

Cuando pensamos el arte desde el medio, desde el cómo y dónde abordarlo, pensamos en el signo como vehículo espacio-temporal desde donde relacionarnos con el todo; ese todo que nos atraviesa como las notas graves de un órgano de iglesia, transformándose el signo, en un todo que se trasciende a sí mismo. Creando acciones que van más allá del objeto o la acción y nos acercan a la vivencia, al encuentro. Cuando esto no sucede, nos detenemos en la seguridad de la técnica artística (pintura, escultura, galerías, etc.), la cual, si bien puede dar buenos resultados, no contiene la fuerza semiótica contextual que guarda y proyecta la obra de espacio público realizada desde un por qué hago este tipo de obra, en nuestro aquí y ahora.

En la actualidad, podemos pensar el hecho artístico diferenciando dos caminos, la construcción de objetos de contemplación (tradicional), o la construcción de vivencias (contemporáneo); es en esta última posición política que nos detenemos, abordando los distintos movimientos que fueron construyendo, de-construyendo y re-armando el arte, los cuales nos llevan a tomar fuerzas desde las periferias del mundo para proponer nuestra (muchas veces) negada reflexión filosófico estético que del mundo, tenemos. El arte, no es otra cosa que la construcción de esa reflexión filosófica-estética de la realidad mediante un signo artístico, en relación al paisaje inmediato que nos contiene, entiéndase paisaje como el espacio político, cultural, geográfico, económico, social, etc. Es desde aquí que pensamos en un arte de periferia a la occidentalidad, un arte que parte de nuestra manera de comprender el mundo, nuestro mundo, universo inmediato que nos contiene, transforma, al que contenemos y transformamos, un arte nuestro al sur de la periferia, que nos es otra cosa, que nuestro centro del mundo.


Artista-no-artista

Antes de seguir hablando de cultura, señalo que el mundo tiene hambre y no se preocupa por la cultura; y que solo artificialmente pueden orientarse hacia la cultura pensamientos vueltos nada más que hacia el hambre.
Antonín Artaud

El arte como medio de pensamiento sensible es una herramienta para conflictuarnos como sociedad, inmiscuyéndose en las estructuras más intimas de las individualidades y de los inconscientes colectivos; una herramienta que bien utilizada puede producir conflictos y reflexiones que nos lleven a un mejor estado del ser. El arte nos lleva al pensamiento, condición sine qua non del ser. A la recuperación sensible del pensamiento, trascendiéndose, donde lo que importa no es él, ni el artista, ni la obra, sino, lo que genera.

Las diversas manifestaciones socio-políticas realizadas por diferentes hombres, mujeres, pueblos, comunidades, utilizando para proponer -sus necesidades- los más audaces, diversos y creativos medios, construyendo signos, un hecho comunicativo vivo, relacional, nos hacen pensar en estos como verdaderos hacedores del arte. Sin embargo, ¿Importa que sea arte?.

La subestimación por parte de determinados sectores del arte, para con el “común” de las personas, siendo en muchas oportunidades, éstas, más creativas y arriesgadas a romper las estructuras que constantemente se van gestando-quebrando en el “mundo” del arte que los propios artistas, poco alimentan a la construcción arte-sociedad. Este, en tanto medio de pensamiento nace de una necesidad ontológica y es aquí el punto en el cual nos debemos parar para entenderlo. La gran apertura que nos propone el arte contemporáneo, la liminalidad, el arte como signo, la invitación a pensar, nos lleva a la particularidad de que todo puede ser arte, y todos podemos hacerlo; pero, no todo lo es.

Situándonos aquí, entendemos que muchas de las acciones propuestas por infinidades de hombres y mujeres, comunidades, pueblos, agrupaciones, movimientos sociales, etc. que alrededor del mundo proponen su reflexión, sus conflictos particulares, colectivos, comunales, sociales, humanos -sus necesidades ontológicas- valiéndose para esto de los más variados e inventivos recursos, en su afán de ser escuchados; comunicando, evidenciando, conflictuando desde su condición de hombres y mujeres, su espacio-tiempo, económico, político, cultural, transformándose por momentos, en verdaderos artistas, sin que esto importe. Muchas veces nos enseñan a través de un hecho estético-político, humano, que el arte una vez más está en la gente que siempre estuvo ahí. Es por eso que debemos tomar en cuenta que el arte hoy puede ser todo, es decir que todos podemos ser artistas y no importa ser un artista sino un pensador y todos, hombres y mujeres como seres pensantes, sensibles, podemos crear, construir, proponer conflictos y reflexiones, a través de las más diversas maneras.

El desequilibrio, el silencio

El hombre occidental enfrenta el desequilibrio como un estado de angustia individual, el cual nadie quiere experimentar, que violenta nuestra estructura de conocimiento, nuestro equilibrio, nuestra certeza. El arte, en tanto medio de pensamiento sensible proponiéndonos conflictos, que nos lleva a un estado de reflexión para con el ser, es llevado al campo de la construcción de objetos para el comercio, para la banalización de este, para la neutralización de una herramienta de pensamiento y reflexión estética, de movilización sensible, humana. No llevando al ser a una vuelta a ese estado humano, de encuentro, del hombre en tanto ser social que construye su conocimiento, sus vivencias en relación con el todo. Donde la incertidumbre es parte de nuestro devenir, de nuestro caminar, siendo, en, con y desde ella, que conocemos, que aprehendemos, que construimos nuestras experiencias, nuestro conocimiento. El pensamiento ancestral es eminentemente colectivo. La concepción del Sumak Kawsay (vida plena) necesariamente recurre a la idea del “nosotros” porque el mundo no puede ser entendido desde la perspectiva del “yo” de occidente. La comunidad cobija, protege, demanda y es parte del nosotros. La comunidad es el sustento y es la base de la reproducción de ese sujeto colectivo que todos y cada uno “somos”. De ahí que el ser humano sea concebido como una pieza de este todo, que no puede ser entendido sólo como una sumatoria de sus partes. La totalidad se expresa en cada ser y cada ser en la totalidad. (SENPLADES, 2009). Estableciendo desde el nosotros, una construcción dinámica, sin miedo al desequilibrio, ya que es parte de nuestro mundo, contenido en la pregunta, en la reflexión, se convierte en un elemento generador de conocimiento, a través del cual, nos abordamos, para pensarnos sin miedo al somos, a la experiencia colectiva del caminar y aprehender en comunidad, ya que todo conocimiento, se trasforma y transmite y significa y es parte de nuestro todo.

Ni la violencia de las armas, ni abrazándonos ciegamente a los avances tecnológicos que responden al mantenimiento de una sociedad adormecidamente consumista, del ser pensado. Ni los sectores políticos-económicos que intentan perpetuarse en el poder bajo regímenes autoritarios, dictando pensamiento, símbolos de forma unidireccional, nos llevarán a un camino de la recuperación del flujo social, del nuevo ser, el súper hombre, hombre nuevo, o el mushuc runa que tantos soñaron, donde todos somos constructores, protagonistas, hacedores de nuestro mundo.

Es aquí entonces la importancia del arte en tanto medio de pensamiento sensible que nos lleva a una construcción desde la -diversidad- desde el reconocimiento y encuentro con el otro, con uno mismo, donde no importa la individualidad del artista, sino la reflexión que a través de este medio filosófico-estético podemos vivenciar para una vuelta a un humanismo, para volver a pensar en el ser humano desde y como ser diverso, en constantes relaciones intersubjetivas con el otro, con el mundo, y con uno.

El espacio cotidiano de desarrollo del ser contemporáneo es el devenir de las ciudades, el constante movimiento de las mismas, el cual deja en evidencia una estela de cuerpos que sin detenerse, abordan las ciudades.

El cotidiano se teje desde los cuerpos que se sumergen en las calles uno tras otro, construyendo una efímera urdimbre de sombras que se cruzan entre sí, sin detenerse. El performance, como medio artístico, por lo tanto generador de pensamiento, de sentido, propone detener-se, desenredar las caóticas tramas oxigenando el diario de todos y todas, para crear un espacio de silencio, un encuentro, donde a través de acciones, poéticamente crear un conocimiento sensible. Abordando el hecho artístico, sin importar si es arte o no, sino, como espacio necesario para generar preguntas, ya no la pregunta, el discurso unidireccional del artista, sino la pregunta que cada uno, necesita preguntarse, siendo el desequilibrio creado por el arte, un generador de silencios, de espacios para evidenciar el sentido, construyendo-se el performance como un medio de pensamiento sensible.

Performance, liminalidad como esencia

¿ Dónde nace, y dónde termina un performance?

Las acciones performáticas realizadas por artistas fuera de los espacios de galerías y teatros, en relación a los contenidos espacio-temporales, no invadiendo, interviniendo, sino componiendo relacionalmente con y desde estos, poseen una condición liminal. En tanto, desde el momento que se está abordando el espacio real, antropológico, cultural, investigando, creando, se está pensando desde el cuerpo, en la acción. Entiéndase aquí, el concepto de cuerpo, como la confluencia-convivencia cuerpo-mente-alma.
Si el performance parte de acciones reales, donde el estar del artista no crea una representación, sino, una presencia del cuerpo en el espacio, un estar verdadero- donde el cuerpo no es una entidad separada de la mente, de los sentimientos, sino una convivencia, un encuentro de estos materializados en el estar- presencia del cuerpo en el mundo- Entonces, constantemente estamos performando, a veces más, otras menos, la diferencia con el hecho artístico y el cotidiano es la consciencia de la creación del signo, del espacio generado para la pregunta creado a partir de la presencia consciente del cuerpo, del estar real, verdadero, desde uno y en relación al espacio, al otro. Por lo que el performance es una constante que aborda nuestro cotidiano, a veces consciente, otras inconsciente. Creando así, un no límite entre el quehacer artístico performático, donde no existe la línea divisoria como en el teatro o la galería de arte (telón, apagón, principio, fin, aplausos) un espacio convencional al cual entramos predispuestos a ver, a sentir, “el arte”, un espacio creado para encerrar el hecho artístico que finaliza con el aplauso, donde saliendo de él, no existe. Si no, buscamos y encontramos en el performance de espacio público, un fluir del ser, consciente, presente, que genera espacios para la pregunta con el cuerpo, encuentros holísticos con y desde el lugar. Creando conocimiento sensible, no con el arte sino desde la comunión con el otro.


El registro

Cuando nuestro cotidiano es modificado por acciones artísticas las cuales mudan nuestra vida de lo ordinario a lo extraordinario. Las vivencias que de ellas tenemos pueden ser tan trascendentes que no solo ocurren mientras estamos en la acción, sino, éstas van mucho más allá de ese momento, de la acción misma, eliminando límites. Generando una modificación en el estado del ser por sobre el arte, el espacio y el tiempo.

El registro de los performance, muchas veces es tomado como un material, el cual puede llegar a ser más importante que el trabajo. Por lo que muchos artistas priman el registro por sobre las acciones. Intentando una fotografía o un video por sobre todo el acontecer de la vivencia.

Al hablar de performance, como estética del encuentro, no podemos pararnos en esta manera de registrar los trabajos, donde el fotógrafo o el video, muchas veces interrumpe las acciones, colocándose quién registra entre el trabajo y las personas. En cambio pensamos el registro como material complementario, del cual podemos sacar otro trabajo artístico, sí, pero desde esta manera de abordar el performance nos interesa más las relaciones establecidas sin la cámara como mediadora. Ya que esta, muchas veces avala cualquier tipo de cosa que en la calle acontece. Quitándole la fuerza semiótica que contiene la acción como evento extraordinario que en nuestro devenir sucede. Primando entonces las relaciones por sobre el registro.

Tomando como punto de partida que la cámara posee un ego, una fuerza que comienza a competir con la acción en el espacio público, ya que al ser el trabajo artístico, muchas veces propuesto como acciones que nacen desde el cotidiano. La cámara de registro que puede acompañar al artista, comienza a establecer un punto de tensión el cual, no es que solo avala cualquier acción en la calle, sino que también compite en fuerza con el trabajo. Modificando la percepción, la vivencia que el otro establece con la acción, la cual comienza a perder fuerza poco a poco, debido a una lucha de elementos espaciales, pasando a ser de esta forma, la cámara parte de la obra.

Tomando el performance como medio de trabajo a través del cual construimos acciones que modifican el cotidiano, abordamos el registro como material complementario, donde desde una posición oculta, intentamos crear 4 imágenes que pueden acompañar el registro:

1-Detalle de la acción.
2- Acción en contexto próximo.
3-Relaciones personas-acción.
4-Percepción o vivencia del otro.

De esta manera construimos a partir de pocas imágenes una aproximación a lo que sucedió.

En la contemporaneidad, vivimos bajo un paradigma netamente visual, dejamos de lado otros sentidos. De esta manera también obviamos otras maneras de realizar registros como audio, vestigios de acciones, memorias escritas, donde podemos anotar percepciones, sensaciones corporales que sucedieron durante y después del trabajo. Diferentes reconstrucciones podemos realizar a partir del material de registro, no solo visual, rompiendo con la visualidad post-acción como única forma de registro, acercándonos a las vivencias reflexivas que como artistas experimentamos en relación al otro/a.

Performance, la generación de sentido

Somos poetas del espacio, del tiempo.
Nuestro hoja es el cotidiano, es la calle y su rutina,
lo urbano y su tedio, el fluir de los pasos, allí, donde caminas.
Se encuentra el papel sobre el que escribimos.

¿ Hasta qué punto importa más el artista, que el arte? ¿Hasta dónde el arte es más importante que la vida, que los seres humanos? El arte, en tanto medio de pensamiento sensible, debe entonces trascenderse a sí mismo, a las individualidades, a la autonomía del arte y a sus vampiros del dinero y del pensamiento único. En palabras de Robert Filliú, el arte, es lo que hace que la vida, sea más importante que el arte. El lienzo sobre el cual este se desarrolla, es el espacio público, lo demás, no sale de la tradición, no es que este mal, pero dentro de las paredes de la contemplación, del encierro y el consumo, no encuentra más que su cristalización, que su muerte. Siendo muy difícil proponer un hecho necesariamente vivo, democrático, colectivo. Y en las calles, en los parques, plazas, en los centros urbanos y públicos, en un centro comercial, en peatonales, puentes, muros y avenidas, se encuentra la esencia de este pensamiento, de esta postura política. Donde el generar espacios sensibles para la creación de un conocimiento colectivo, es el camino.

Rafael Spregelburd habla de tres tipos de teatro graficándolos de la siguiente manera.

Uno tradicional de estructura predecible, sin poder generar demasiadas expectativas:


Otro que se puede asociar a la vanguardia, de estructura no predecible, por lo tanto no se puede proyectar expectativa, disminuyendo la capacidad de aprehensión, de sentido.

Y un último contemporáneo, o al menos, el teatro que él pretende realizar y lo grafica de la siguiente manera:


Los cuadrados representan elementos certeros, reconocibles, objetuables, lexicalizables.
La figura del final, lo inesperado.

El espacio entre los cuadrados y la figura del final, es el vacío que se evidencia al estar entre estos dos elementos, el lugar del silencio, del sentido.

Aquí vemos graficado claramente un modo de abordar el hecho teatral para Rafael Spregelburd, donde de algo previsible, se encuentra con algo inesperado, generando desde este contraste el vacio, el silencio, donde se encuentra y habita necesariamente el sentido. Dejándonos de frente a él, con el lugar para la pregunta.

A través de trabajos de espacio público nos encontramos con los mismos elementos, los cuales nos llevan a encontrar analogías con esta concepción del teatro de este dramaturgo argentino, esta vez, desde el performance. Los cuadrados serían el espacio cotidiano, certero, tedioso, repetitivo, rutinario, en el cual se desarrolla nuestro diario. Las calles, los parques, avenidas, veredas, el espacio cierto de las personas. Lo inesperado sería aquí, el signo artístico propuesto. Ese elemento inesperado, extraordinario, que por su condición aumenta la capacidad de vacío existente entre el signo, y la rutina, generando silencios, haciendo al sentido, dejándolo frente a nuestros ojos, donde se encuentra el lugar para la pregunta, no la pregunta que realiza el artista, sino la creada por cada uno. Generando el espacio necesario para detenerse y pensar, sensiblemente, en lo que cada uno necesita.

Este signo debe construirse, necesariamente desde un concepto de composición, no así de intervención. Ya que esta última, violenta el espacio, generando resistencias cognitivas en el momento de crear el vacio necesario para la pregunta. El concepto de Composición Urbana, de Bia Medeiros, en este caso, tomado desde ella, pero significado no solo desde lo urbano, sino aplicado también al espacio público.

El arte aquí, en tanto construcción de encuentro, crea y propone de acuerdo a las relaciones dinámicas que constantemente construye desde y con el otro. Como en el pensamiento ancestral andino de nuestros países del sur de América, sin límites, sin bordes y encierros, donde todo es y puede ser obra, aunque poco importa que se piense como obra artística, y sí lo que importa es lo que genera, a través de la construcción de vivencias no individuales, sino colectivas, siendo el arte, el performance, el generador del lugar para la pregunta.

Ser-Arte

No podemos encontrar en el performance, un creador, un punto de salida de este nuevo medio, sino múltiples. Como un arroyo que se nutre de muchas vertientes hasta encontrar su identidad y un nombre, pero a medida que avanza en la geografía que encuentra y lo contiene, se va transformando, definiendo y redefiniendo.

Las ideas dominantes de progreso y de desarrollo han generado una monocultura que invisibiliza la experiencia histórica de los diversos pueblos que son parte fundante y constitutiva de nuestras sociedades. Bajo la concepción del progreso, de la modernización y del desarrollo, opera una visión del tiempo lineal, en que la historia tiene un solo sentido, una sola dirección; los países desarrollados van adelante, son el “modelo” de sociedad a seguir. Lo que queda fuera de estas ideas es considerado salvaje, simple, primitivo, retrasado, pre-moderno. De este modo, resulta imposible pensar que los países menos desarrollados, pueden ser más desarrollados en algunos aspectos que los países llamados desarrollados (De Sousa Santos, 2006: 24).

Los pueblos indígenas andinos aportan a este debate desde otras epistemologías y cosmovisiones y nos plantean el sumak kawsay, la vida plena. La noción de desarrollo es inexistente en la cosmovisión de estos pueblos, pues el futuro está atrás, es aquello que no miramos, ni conocemos; mientras al pasado lo tenemos al frente, lo vemos, lo conocemos, nos constituye y con él caminamos. En este camino nos acompañan los ancestros que se hacen uno con nosotros, con la comunidad y con la naturaleza. Compartimos entonces el “estar” juntos con todos estos seres. Seres que tienen vida y son parte nuestra. El mundo de arriba, el mundo de abajo, el mundo de afuera y el mundo del aquí, se conectan y hacen parte de esta totalidad, dentro de una perspectiva espiral del tiempo no lineal. (SEMPLADES)

Los cambios históricos-políticos van modificando, tejiendo nuevas tramas que construyen cotidianamente nuestra percepción de mundo. El arte, como medio de reflexión ontológica, va mudando constantemente, acorde a las necesidades que surgen productos de los nuevos espacios-tiempos.

Si pensamos en Martin Heidegger, cuando habla de un ser ahí, un ser que va constantemente autodefiniéndose acorde a los nuevos paradigmas que afronta, que vive, encontramos en el concepto de arte, y no casualmente, una analogía muy fuerte con esta postura de Heidegger, donde tanto arte como ser, son, necesaria y bellamente espaciotemporales. En constante crecimiento y cambio, ser-arte.

Lejos de las cadenas de definición-cristalización occidental, que parten de la secesión, de la separación y clasificación, sin una mirada holística; aunque reconociendo nuestra condición de mestizaje, aportes y construcciones heredadas, a veces violentamente, otras compartidas; y pensándonos más cercanos a las culturas andinas que construyen su conocimiento de manera integral, abordamos el hecho artístico desde una construcción necesariamente nuestra, donde partiendo de elementos conceptuales no lineales, nos encontramos con una nueva postura, ya no de discursos, sino de signos relacionales, no los cuatro puntos cardinales separados, sino, los cinco a la vez, norte, sur, este, oeste, centro; donde como seres nos paramos para relacionarnos, para construir espacios intersubjetivos que permitan crear elementos sensibles que no generen discursos, preguntas unidireccionales, lineales, sino proponiendo, componiendo elementos sensibles en relación a la totalidad, sin violentar, donde abordar holísticamente para crear un espacio de pensamiento sensible que parta desde la recuperación de la memoria negada, colectivamente silenciada por la opresión cultural foránea, para hacer surgir, en la diversidad del mundo, una construcción estético-ideológica que construya no del discurso de centro a periferias, sino, un silencio, un espacio necesariamente creativo, que nos ayude a proponer el lugar necesario de la pregunta, del sentido, donde esa pregunta no está generada por el artista, donde la construcción del arte sea propuesta desde la totalidad, sin violentar, creando el espacio de encuentro con el otro, con uno mismo, con el todo.

El performance, como medio de abordaje de pensamiento sensible, a través del cual podemos construir espacios de silencios en el devenir cotidiano urbano o público, donde no importa la obra, sino lo que genera, donde la obra no es un objeto, o un acción contemplativa, sino, una totalidad donde todo el devenir desde el cual se compone el trabajo, construye una vivencia, donde no hay ni contemplación ni contemplados, donde no hay una línea divisora arte-público ni límites existentes que secesionen y definan a la obra, separándola, sino un fluir constante que modifica, transforma, donde se confunde, significa y re-significa la vivencia, donde el sentido de intersubjetividad es horizontal, todo en relación constante, bella, sensible, creando el silencio, el espacio para la pregunta simple, la que cada uno desea y necesita, donde no importa el arte ni el artista, sino, todo el acontecer colectivo, recuperando ese espacio sensible en el cotidiano, en cada uno, creciendo con y desde el otro, donde cae la individualidad y el individuo, donde somos parte de un todo, y ese todo se construye desde nos, con nos, felizmente iguales, en la diversidad del encuentro que plantea el performance, donde la esencia del performance, del arte, es que él, ya no importa y si la vivencia colectiva, el conocimiento sensible que se genera y comparte, olvidándonos qué lo genera, olvidándonos del arte, donde el performance, comienza a ser, una estética del encuentro.