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Pedro Garhel
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¿ Y después del 11 que...?
PERFORMANDO 2002: CRÓNICA DE UNA TARDE-NOCHE MARAVILLOSA DE PERFORMANCE
Por: Olando Britto Jinorio
Fotografía: Nacho González

algunas notas extraídas del artículo editado en:
Canariasmediafest06
Gran Canaria Espacio Digital, 2006

 

 

 


Pedro Garhel se había situado ya en escena. Abrimos las puertas y el público comienza a ocupar el hall de entrada del Gabinete Literario, un público sorprendido, absorto ante aquella inquebrantable y rotunda imagen de un artista vestido de blanco, sentado, firme y sereno, con sus pies cruzados en un regio sillón clásico de despacho justo en el primer rellano de la bella escalera del Gabinete Literario, donde el primer tramo finaliza y se bifurca a izquierda y derecha para abrirse en dos brazos-afluentes que abrazan la primera planta del edificio. Aquel sillón no era uno más, y es aquí cuando comenzaba el increíble homenaje de Pedro Garhel a Manuel Padorno. Aquel sillón pertenecía al despacho donde escribía Benito Pérez Galdós, y el 11 de junio de 2002 en el Gabinete Literario se situaba en el fantástico eje de la escalera apoyando sus cuatro patas sobre cuatro libros de poemas de Manuel Padorno. En la más absoluta de las simetrías, en el eje máximo posible de esa escena, estaba pues sentado Pedro Garhel y desde su cabeza oculta se elevaba hasta el balaustre de la segunda planta del edificio una rnalla-huso blanca uniendo el cuerpo del artista a la estructura del inmueble. Dorados, lámparas y alfombras rojas, y a su espalda un espejo que duplicaba su imagen y la del público que le observaba en esta maravillosa y a la vez algo decadente escenografía. 

Pasan unos minutos y la figura majestuosa y hierática del artista continúa inmóvil. Comienza la música y acompañándola con leves movimientos el artista mueve su cabeza y eleva su mano lentamente. Aquel ser ha comenzado a tener vida, una vida que ha sido activada lentamente por un haz de luz que baja sigilosamente desde lo alto del edificio recorriendo la malla blanca y todo su cuerpo. Tira de su cabeza hacia delante tensando la malla, como intentando salir, nacer. La imagen más bella de una auténtica crisálida como lo recuerda también Luis Sosa. Se pone en pie, sigue con sus leves y bellos movimientos hasta sacar lentamente de unos de sus bolsillos una cuchilla, cutter, rojo, que eleva sobre su rostro y lo sitúa transversalmente al huso de tela blanca para comenzar a cortarlo hasta liberarse, abrir sus ojos y nacer. 

Mira al público a izquierda y derecha, y comienza a cantar: "El sol ha vencido a la luna y se aleja impotente del campo de batalla... La luz entre tinieblas... el aire, el aire,... el agua..." Mientras canta baja y sube las escaleras, hasta acercarse a una de las patas del sillón y coger uno de los libros de poemas de Manuel Padorno. Lo coge, pide un micro y lee lentamente con una voz muy cálida y sentida: "El Nómada Sale", Manuel Padorno, "Para Noemí, la niña más inteligente y buena, la niña más bonita, mi amiga, mía para siempre, con el deseo que me leas, un fuerte abrazo, Manuel." Pedro repite, "Manuel, Manuel...", y le da el libro a leer a la primera persona que encuentra frente a él. Esta persona, micro en mano, iluminado por el cañón de luz comienza a leer poemas de Manuel Padorno, mientras la música se funde maravillosamente con esos poemas leídos. "Aquí bajo la copa del Atlántico..." 

La emoción comienza a invadir el viejo escenario del gran hall de entrada del Gabinete Literario. Pedro se mueve alrededor de la persona que lee, camina entre el público, y grita "lee, lee más". "Tiembla la luz en el muro..." continúan los versos, y comienza a repetir esos bellos poemas leídos.

Vuelve a subir las escaleras y coge un nuevo libro A la sombra del mar, y repite el título, y a continuación lee: "Para Mari Lola y Luis Sosa, un fuerte abrazo, Manuel", y se lo da a leer a una nueva persona del público, mientras sube por las escaleras a la primera planta y danza y juega con sus sombras y el haz de luz. 

Los versos continuaban: "Quise enterrarme en aquella playa...". Pedro Garhel juega con un espejo barroco de la primera planta mientras grita: "más, más, más, que lea más...". Se agacha, mira entre los balaustres de forja, se levanta, y corre hacia el piano de cola, lo toca, improvisa, siguen los poemas de fondo, música, notas al aire en el piano, silencios... Baja las escaleras, coge el tercer libro de poemas, se dirige hacia el público y lo invita a subir y ocupar los pasillos volados de la primera planta. Sube rápidamente y da a leer el tercer libro.Mientras los poemas son leídos, Pedro Garhel se sienta en los primeros peldaños de la escalera, se tumba, abre los brazos, el cañón de luz lo sigue. Siguen los poemas: "En la penumbra cerrada se sostiene el crucifijo...".

Pedro pide "música, más música". Se dirige a las puertas de cristal de entrada del edificio, las abre y sale a su pórtico exterior donde se mueve y baila para volver a entrar. Sube las escaleras y abraza emocionado a Lina, la persona que había leído maravillosamente aquellos poemas de Padorno. Baja a buscar el cuarto libro y comienza a llamar a "Josefina, Josefina...", era Josefina Betancor, la compañera inseparable de Padorno, su reciente viuda.

"Josefina, Josefina, ¿dónde estás Josefina?... Josefina, ¿estás?, ¿no estás? ¿No te oigo?... Lo trajo Josefina...Tenías que leerlo, lo has traído, ¿Dónde estás?"

La reclamaba y buscaba desesperadamente como un niño que se ha perdido y busca a su madre. Lo que Pedro no sabía en ese momento es que Josefina sí lo escuchaba y que no podía contenerse, se había escondido tras las espaldas de dos amigas y lloraba, lloraba de emoción.  

Al no encontrar a Josefina, Pedro Garhel coge el libro lee el índice y dice: "Página 31, El perro ladra", sube las escaleras y en uno de los pasillos se tropieza con el artista Luis Sosa, gran amigo del poeta Padorno. Se para ante él y le dice: "Di algo, alqo de ese amigo". Luis Sosa mantiene un silencio y grita; "El perro está llorando, déjenlo..." Pedro Garhel lo escucha, aulla y llora fuertemente a la luna...mientras Luis Sosa sigue gritando: "Déjenlo, déjenlo, déjenlo..." ...Pedro se va repitiendo igualmente, déjenlo, déjenlo, para pasar a decir "no lo dejen, no, no, no, no lo dejen...". 

Todavía hoy escribo estas letras y estos recuerdos me producen mucha emoción. Fue una tarde muy especial de una intensidad muy grande. Esa primera parte de la performance de Pedro Garhel fue un homenaje absolutamente maravilloso y repleto de emociones, en el que el artista desplegó lo mejor de sus más ricos y variados recursos. Se notaba que se sentía a gusto, como los grandes intérpretes, y crecía con las emociones y sentimientos del público. 

Con esta acción acababa la primera parte de su performance para continuar guiando al público hacia el Salón Dorado del Gabinete Literario. Caminaba hacia el salón y le decía al público: "vengan, vengan...", y el público lo seguía. Mientras nos guía pues hacia este Salón Dorado y casi a oscuras, sólo con un haz de luz en su mano, invitándonos a sentar en los círculos concéntricos de sillas que rodeaban el espacio escénico de la segunda parte de su intervención. "Entren, entren... Oh entren...", ilumina al público ya sentado y dice: "Sentimientos y emociones. En definitiva, poesía..." Comienza el sonido, nuevos espacios sonoros y música para su increíble intervención, en la que desarrolla un auténtico homenaje a la performance y a los performers. En una pantalla comienzan a proyectarse otras performances. Pedro anuncia y dice; "Vamos a comenzar con otras performances que ya han sucedido justo hace un año en la otra isla de Tenerife en San Juan de la Rambla." 

En definitiva, rendía homenaje con sus proyecciones a numerosas performances y artistas que habían participado del proyecto El Em[P]aquetado del Arte situado precisamente junto al mar en San Juan de la Rambla. Todavía hoy uno puede visitar la página web de este espacio con un texto fantástico sobre los objetivos del proyecto y que resume la trayectoria del Espacio P y de Pedro Garhel. Visitar esta página hoy me produce rabia e impotencia.
[www.sitioweb.com/sitio3/p/index.html] 

Mientras las performances se suceden en la pantalla de proyección, Pedro Garhel comienza a leer un extenso texto suyo sobre la disciplina de la performance. Un texto que merece la pena recuperar y publicar, una auténtica cátedra sobre la disciplina de la performance. Ya le comenté esto en su momento y nunca llegamos a concretarlo. Mientras lo lee, se sienta en el suelo anda, hace movimientos de baile, y pone su cuerpo entre el haz de luz del vídeoproyector y la pantalla, fundiéndose e incorporándose a las performances proyectadas. 

Cuando acaba de leer sus textos deja los papales en el suelo y abandona la sala para volver rápidamente, meterse entre el público y preguntar: "¿Dónde estás?"... Coge unos nuevos papeles y lee: "Hoy 11 de junio...¡nueve meses después del 11 de septiembre...! ¡Qué fuerte...!" Se arrodilla y hojea un periódico sobre el suelo y lee: "La Provincia. Cultura. Diversas expresiones artísticas en homenaje a Manuel Padorno...", su voz cae en silencio. Pantalla blanca y comenta al público: "Discúlpame por ver las imágenes una vez más." Tras estas palabras, cientos de imágenes a una velocidad de vértigo sobre el 11 de septiembre en los Estados Unidos se suceden proyectadas sobre el blanco de la pantalla. Pedro Garhel le dice al público que no miren lo que es, sino que piensen en la luz. 

Tras estos momentos, continúa la proyección de performances, en las que el artista replica y repite las palabras que emanan de esos vídeos. Su imagen y sus sombras continúan actuando y dialogando con la pantalla. La performance de Sergio Molina Tender al mar aparece en escena y Pedro baila, se mueve, se mece y se deja llevar por la música de piano, mientras el sonido del mar bate las costas en la proyección del vídeo. Se hace un silencio en la sala y comienza a buscar a alguien. 

Nuevamente llama: "La Rose... Rose, Rose..., Rosa, Rosa, Rosa...". Buscaba a Rosa Galindo. Por fin la encuentra y Rosa coge el micro y comienza a cantar desde lo más profundo e interior de su cuerpo, una canción casi de cuna, como un nana, mientras Pedro tumbado en el suelo la escucha, como el niño que acostado espera la canción de cuna de su madre. Nuevamente los sentimientos y emociones comienzan a llenar el espacio. Se hace el silencio y la oscuridad y Rosa Galindo se aleja para volver su voz instantes después con mayor intensidad. En ese momento Pedro se levanta y en la pantalla sólo se ven las miles de líneas irregulares grises de lo que en vídeo se denomina como "ruido", y sobre esa imagen de líneas en movimiento se proyecta la sombra nítida de Pedro Garhel con los brazos extendidos mientras Rosa Galindo continúa cantando. De repente la imagen de Pedro Garhel con los brazos extendidos se funde con la imagen del dibujo del Hombre de Leonardo Da Vinci como centro del universo. La imagen digital del dibujo de Leonardo comienza a girar al mismo tiempo que la música del Danubio Azul de Strauss, a modo de un homenaje también a Kubrick. 

Ya casi en el final de su intervención Pedro Garhel le da unos nuevos textos a Rosa Galindo, que ella lee mientras él continúa fundido en la imagen de Leonardo. Rosa finaliza los textos citando la autoría de Jorge Luis Borges.

Hasta el final del Danubio Azul, Pedro Garhel pasa minutos con el videoproyector en sus manos moviéndose y recorriendo el Salón Dorado, proyectando en todas partes y al ritmo del vals de Strauss la imagen del Hombre de Leonardo, hasta que progresivamente se va apagando la luz en paralelo a la finalización de la música. 

Al final de la noche, un haz de luz blanco, en silencio total, ilumina el centro del Salón Dorado durante casi un minuto hasta que el público irrumpió en aplausos.