Secadero
      de imágenes 
      
           
      Murcia 
      > Notas
      extraíadas del artículo  
      publicado en LaVerdad por  
      Antonio Arco 
       | 
    
 «Llevo dos
años de martirio. He llegado a mi límite físico y mental»
 
Secadero
de imágenes (2005-2006), título de la pieza central de la exposición del
mismo título, es una cárcel de metal, una jaula, una alambrada, un mundo
aislado, prohibido o peligroso en cuyo techo cuelgan más de doscientas cabezas
abiertas que muestran al espectador sus pensamientos, sus delirios, sus miedos,
sus deseos, sus pesadillas, su planes. Todo está silencioso y quieto, pero todo
da vueltas como movido por un viento inexistente. Una exposición que está en
las antípodas del Edén, pero que te llama como una fruta prohibida y se va
apoderando de tu interés y tu mirada, abierta de par en par, con el sigilo de
la serpiente. 
 
 
  Una
      obra espectacular, situada en el antiguo altar, que está inspirada en los
  siete pecados capitales y cuya elaboración -los rostros cubiertos con pasamontañas
  son escalofriantes- casi deja sin fuerzas al autor. «En esta obra llevo al
  extremo la multiplicación del yo y la evolución salvaje de la expresión. Ahí
  están presentes mis encuentros con todo tipo de objetos, de materiales y de
  experimentos», precisa. 
   
  Pese a los títulos que pone a sus obras -otra pieza expuesta en San Esteban se
  titula Testigos (con identidad protegida que aseguran haberlo visto en el
  parque)-, Lidó Rico es tajante: «Yo ni soy gracioso ni tengo sentido del
  humor. El humor no es lo mío, como no lo es tomarme el arte con distancia, ir
  de divino o de elitista, no implicarme al máximo en lo que hago, buscar la
  complicidad del espectador ni pensar en hacerme rico». 
   
  «Cada
  vez trabajo más y más con mi propio cuerpo, exponiéndolo muchas veces al
  peligro, y cada vez me conozco menos. Me adentro en mí mismo a través del arte
  y veo caos y más caos, así es que no caigo en la más mínima autocomplacencia»,
  explica el artista, que ve al hombre moderno «cada vez más dormido. Compra y
  no se entera de nada, compra y compra y no entera de nada, y así se le va el
  tiempo...». Por su parte, él intenta «dar ejemplo de algunas cosas que yo
  defiendo: el trabajo bien hecho, la entrega en las cosas que haces, la
  disciplina, el ser exigente contigo mismo, el sacarle el máximo partido a tus
  posibilidades...». 
   
  Perteneciente al grupo de artistas jóvenes españoles con más proyección
  internacional y cuyo trabajo despierta más interés entre la crítica y provoca
  un mayor impacto en el espectador, el creador yeclano, que con su instalación
  Pensavientos, que representaba a España en la XXIII Bienal de Alejandría,
  consiguió el Gran Premio al Mejor Artista, no deja de recibir el aplauso de la
  crítica; el último, con motivo de su última exposición en la galería
  madrileña Fernando Latorre, Glups.
   
   
 
  
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