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> Interferencias
Encuentro Internacional de Arte de Acción

Performances, instalaciones, intervenciones, conferencias, videos
Curador: Silvio de Gracia
Junín, Buenos Aires, Argentina, 2005-2007

http://www.interferencias-action.blogspot.com/



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LA ESTÉTICA DE LA PERTURBACIÓN
Por Silvio De Gracia


Cuando en el año 2005 asumí la organización y curaduría del Encuentro Internacional de Arte de Acción “INTERFERENCIAS”, mi propósito no era simplemente reproducir las alternativas más o menos convencionales que suelen darse en otros festivales o encuentros. Desde un principio, el proyecto tuvo un carácter experimental, pero no sólo porque se proclamara como territorio abierto a la experimentación y a las prácticas artísticas más liberadoras, sino porque se proyectó como una suerte de laboratorio para el análisis y la definición de un constructo teórico capaz de articular los presupuestos curatoriales con las manifestaciones producidas por los artistas.

En el texto curatorial que se remitió a los artistas junto a la convocatoria, anoté que la propuesta estaba abierta “a toda manifestación de arte vivo, entendido éste como contrapuesto a los discursos envejecidos del arte académico e institucionalizado”. Hablé también de los paradigmas de la interacción y de la obra concebida más como proceso que como producto acabado. Retomando conceptos ya desarrollados por vanguardistas como Edgardo Antonio Vigo o Neide de Sa, me referí también “al artista redefinido como accionista y como operador o gestor de proyectos” y a la necesidad de “desplazar al espectador de su limitado rol de receptor para hacerlo devenir participante y hasta co-creador de experiencias creativas”. Finalmente, formulé algunas precisiones en torno a lo que connotaría la interferencia, presentándola como práctica diferenciada de otras producciones ya “legitimadas” dentro de la vasta genealogía del arte urbano o en espacios públicos.

La mayor parte de los artistas respondieron positivamente a las coordenadas señaladas en el texto curatorial, pero estoy seguro de que ninguno de ellos advirtió que estaba trabajando para permitirme elaborar una serie de conclusiones en torno a un nuevo género o categoría. De ahí el carácter experimental de todo el proyecto, en tanto fue instrumentado para “materializar” o poner en acto una elaboración teórica que terminó de definirse a partir de las propuestas emergentes de un grupo de artistas que ignoraban el verdadero alcance de su contribución.

Lo que yo adelanté en mi propuesta curatorial es que la interferencia comportaba algo más profundo y ambicioso que lo entendido bajo el concepto de intervención. Diferencié intervenir e interferir, tratando de dotar a la interferencia o a la acción de interferir de una potencialidad superadora respecto a prácticas ya casi “institucionalizadas”.Anoté entonces: “Intervenir, pese a inscribirse claramente en la fuerza insurreccional del arte de acción, no deja de identificarse con una producción formal. Interferir adquiere una mayor relevancia semántica porque supone una actitud decisiva en pos de un arte que se arriesgue a filtrar en los intersticios del gris de la vida cotidiana su discurso vital. Interferir supone emitir señales, aún las más humildes, que siembren la incertidumbre y la aventura allí donde se han institucionalizado la rutina y la certeza que obturan los sueños”.
De estas concepciones iniciales, una vez que los artistas “corporizaron” sus interpretaciones o sus construcciones “no condicionadas” de sentido en torno a la interferencia, pasé a una conceptualización teórica más precisa y acabada. Lo que los artistas identificaron a partir de sus propuestas me autoriza a proponer la interferencia como una nueva categoría o género del arte acción, que pretende sumarse a una extensa lista que incluye desde los reconocidos Fluxus, happening, intermedia, Zaj, arte corporal, poesía acción, accionismo vienés, performance, señalamientos, hasta los más recientes géneros del video-performance, tecno-performance y la “manoeuvre” quebequense.

Lo primero que puede afirmarse es que lo específico de la interferencia se cifra en su apuesta por una “estética de la perturbación”. Pero esta perturbación, a contracorriente de otras prácticas gestadas en medio de la efervescencia política y contracultural de los 60’ y 70’, se aleja por igual de la provocación “gratuita” y del activismo. En el contexto de una contemporaneidad distópica, la interferencia no opera por el deseo de crear acciones artístico-comunicacionales destinadas a impulsar cambios sociales, sino que limita su interés a posibilitar un utopismo más ligado a la experiencia estética personal que reedita el ideal vanguardista de unir arte y vida. Ya no se trata de instalar producciones simbólicas encabalgadas en el discurso del arte politizado, sino de generar acciones que impliquen una ruptura o una grieta, aunque no sea más que mínima y efímera, en el entramado de los condicionamientos sociales.

Como postulaba Julien Blaine, en 1970, al referirse a los “agitadores del día y de la noche de la poesía”, el desafío radicaría en “crear situaciones que choquen las costumbres de la gente, forzándola a la acción”, o en “influir sobre el ambiente cotidiano de los demás para que estos tomen conciencia de la realidad que los rodea”; en definitiva, en lograr “despertar a los demás de su letargo”. La interferencia se propone todo esto, pero a la vez se aleja del anhelo de “revolución” implícito en los postulados de Blaine. Como Edgardo-Antonio Vigo, quien quiso diferenciarse de sus colegas europeos e introdujo el término “revulsionar” para contraponerlo a “revolucionar”, en la interferencia interesa más la transformación interior antes que la modificación de las estructuras sociales. La interferencia puede encarnar perfectamente lo que Vigo proclamaba al decir que prefería el término REVULSIONAR “ porque la direccionalidad del mismo nos denuncia una ACTITUD y a ésta la demarcamos dentro de lo individual-interior, por el contrario el perimido término REVOLUCIÓN, nos denota y contacta con actos-exteriores que produzcan cambios de actitudes”.

Pensemos que la interferencia es una suerte de revulsión. Una revulsión que se produce en el artista y que se exterioriza para buscar un interlocutor que, al menos de manera fugaz, tome el riesgo de abstraerse del disciplinamiento social que se ha instituido en la cotidianidad. Sacudir la inercia de la trivialización de los comportamientos humanos es el objetivo. Pero esto no para transformar la realidad, sino tan sólo para crearle fisuras, abrirle intersticios, y “parasitarle” su tejido racional y restrictivo. ¿Qué mejor forma de lograr esto que a partir de la perturbación? Perturbación que se opera por las más diversas vías y estrategias: la irreverencia, la ironía, la intromisión, la agresión, la apuesta lúdica, el extrañamiento, la sorpresa, el delirio, el absurdo y toda forma posible de arte insurreccional.


Fragmento del libro La estética de la perturbación – Teoría y práctica de la interferencia

La estética de la perturbación
Silvio De Gracia
Ediciones El Candirú – Agosto 2007
Prólogo de Clemente Padín