La conquista de América Latina no terminó. Cambiaron los nombres de los conquistadores, sus caras y su lenguaje. Los métodos y los objetivos continúan siendo los mismos. Siguen desembarcando (ayer en carabelas, hoy en jets) para cambiar espejitos y cuentas de colores por auténticas riquezas. Las nuevas baratijas son las sobras de su tecnología. Esos objetos que nos venden en nombre del progreso pero cuyo único objetivo es volvernos más dependientes. Tecnología que compramos al precio de una deuda externa impagable y que debemos volver a venderles a un precio irrisorio, porque no la podemos mantener.

La Argentina de hoy es el espejo más nítido en el que América Latina puede ver reflejada esta tragedia. Con esto no estamos diciendo que debemos volver a la pluma de ganso, la rueca y la tracción a sangre. Decimos que los gobernantes latinoamericanos, corrompidos por la ilusión del Primer Mundo, establecen con Él relaciones injustas. En nombre del poder y la riqueza nos condenan a la impotencia y la pobreza. (Todo proyecto político-económico que no tiene el respaldo de un código moral, está destinado de antemano a la corrupción y el fracaso).

Escombros, fiel a su consigna de que la obra de arte revela lo que el poder oculta y dice lo que la sociedad calla, señala este hecho. En “Proyecto para el desarrollo de los países bananeros según las grandes potencias”, lo hace a través del humor: esa forma sutil, dolorosa, de la conciencia.